ASOCIACIÓN DE VECINOS CENTRO ANTIGUO. Manifiesto.
Málaga, 5 de abril de 2017
El III Encuentro de la plataforma vecinal europea Vivre la Ville Europe!, clausurado el pasado 26 de marzo de 2017 en Madrid, constató los numerosos problemas comunes a los centros históricos de las ciudades y los países participantes (10 comunidades autónomas españolas, Bélgica, Francia, Italia y Portugal), que se resumen en dos ejes principales: la degradación del patrimonio material y humano mediante los fenómenos de la gentrificación y la turistificación, y los efectos de la movida, ocio nocturno y la privatización del espacio público por motivos lucrativos que son antepuestos al interés general y al cumplimiento de las propias leyes y normativas.
En tal sentido, la especificidad de estos fenómenos en el Centro Histórico de Málaga se cifra en la vertiginosa velocidad de los procesos de gentrificación, turistificación desaforada y degradación de los derechos de los residentes. Los habitantes del Centro perciben con impotencia, sensación de desprotección y desamparo institucional dichos cambios en su medio ambiente. Ante la dejación de funciones de control respecto a la normativa vigente y ante la escasa posibilidad de participación en el diseño estratégico del desarrollo del Centro, el vecino no tiene más escapatoria que el éxodo hacia otros barrios (si tiene capacidad para ello), la resignación o las infructuosas llamadas al 092.
La falta de operatividad real y efectiva de los mecanismos encargados de velar por el cumplimiento de la normativa vigente forma parte de una estrategia tácita de desarrollo económico y especulativo del Centro que entendemos que está abocada a su colapso dado que es, como indican numerosos informes y estudios especializados (OMAU, Defensor del Pueblo Andaluz), totalmente insostenible a medio plazo tanto desde el punto de vista económico como social. Si tenemos en cuenta que la “preocupación esencial” de la revisión del PEPRI CENTRO es “la aportación de un lugar idóneo para el desarrollo de las actividades de las personas: un lugar adecuado para las personas”, nos resulta absolutamente incoherente la política municipal de gestión de una zona hoy día tan importante y significativa en términos simbólicos, icónicos, económicos y patrimoniales como el Centro Histórico. En otras palabras, tanto la acción como la omisión del Ayuntamiento al respecto caminan radicalmente en contra de los principios que supuestamente rigen la elaboración de la nueva normativa (PEPRI CENTRO).
En suma, estamos ante una dicotomía meridianamente clara: la planificación estratégica del desarrollo del Centro Histórico podrá regirse por criterios meramente economicistas y de corto plazo, o por la preservación y vigilancia de los derechos constitucionales de los legítimos habitantes de nuestro barrio. Somos conscientes de que el Centro Histórico también debe erigirse en un eje motriz principal del desarrollo de la ciudad, pero creemos que es posible y deseable hacerlo desde criterios de calidad, sostenibilidad, inteligencia y singularidad, potenciando una identidad histórica de casi 3.000 años de antigüedad, que actualmente está siendo arrasada por la conversión del barrio en un parque temático de ocio barato y sin identidad. En definitiva, hemos pasado de los terribles efectos de una burbuja inmobiliaria a los inevitables y no menos devastadores de una burbuja hostelera y de apartamentos turísticos descontrolados.
En este sentido, son esclarecedores los informes del OMAU sobre la presión turística tanto en el incremento de los precios de la vivienda para los residentes como para la paulatina pérdida de su calidad de vida. Solo desde mayo de 2016, han sido dadas de alta 4.590 plazas en apartamentos turísticos en el Centro Histórico de Málaga. En otras ciudades de nuestro entorno, conscientes del desequilibrio al que aboca este desmesurado, descontrolado y desregulado proceso de turistificación, han prohibido el alquiler turístico de pisos a partir de verano, lo que quiere decir que con decisión política es posible revertir dichos procesos o al menos mitigar sus consecuencias más indeseables para el desarrollo equilibrado de la ciudad. Los casos de Barcelona, Valencia, Magaluf, Palma de Mallorca, Ibiza o, fuera de nuestras fronteras, los ejemplos paradigmáticos de Roma y Venecia, deberían ser suficientemente esclarecedores de que el actual modelo malagueño está destinado al fracaso.
Al contrario de lo deseable, instituciones como la Junta de Andalucía siguen incidiendo en la senda de una regulación economicista a corto plazo plegada a los intereses de los ‘lobbies’ hosteleros, hasta tal punto que el propio Defensor del Pueblo Andaluz ha tenido que dar la voz de alarma. Según Jesús Maeztu, el ‘Nomenclátor y el catálogo de espectáculos públicos, actividades recreativas y establecimientos públicos de Andalucía’, actualmente en fase de borrador, es “menos garantista para la protección real y efectiva de los derechos constitucionales de la ciudadanía que la actual normativa”, que “se ha mostrado como un texto mejorable, pero eficaz, para garantizar el derecho a un domicilio libre de ruido que supere los límites máximos admitidos por la legislación aplicable”. Desde la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga contemplamos con extrema preocupación la elaboración de un nuevo marco legal que ampararía actividades que recortarían nuestros derechos constitucionales, destinándonos a un inaplazable éxodo de nuestros domicilios. Aun así, la actual normativa, relativamente garantista de derechos constitucionales, es constantemente vulnerada en el Centro Histórico con la sistemática y nos tememos que intencionada pasividad del Consistorio, en una inédita y sorprendente coincidencia de intereses de ambas instituciones.
No estamos pidiendo una utopía ni un centro urbano mortecino y sin actividad económica. La propia Agenda Urbana aprobada en Junta de Gobierno y en Pleno Municipal establecía las cuestiones principales que impedían un desarrollo de calidad, equilibrado, sostenible y garantista de derechos constitucionales en el Centro Histórico. La mayoría de ellas coinciden con nuestro diagnóstico:
• Excesos de densidades de usos hosteleros. No estamos en contra de la explotación hostelera que atienda al interés turístico que despierta nuestra capital. Sin embargo, entendemos que la ciudad va mucho más allá de la muy limitada zona hiperdensificada en la que siguen abriéndose sin control establecimientos hosteleros. Existen zonas en el propio Centro Histórico que podrían esponjar esa alta densidad (por ejemplo, el Ensanche del puerto, Lagunillas, la zona norte de Carretería).
• Ocupación de plantas altas para usos diferentes al de vivienda. En muchos casos, estas actividades atentan contra los derechos fundamentales de los residentes.
• Exceso de ocupación de espacios públicos por mesas, sillas, cerramientos, carpas y otras instalaciones de hostelería. Además de suponer una inadmisible privatización del espacio público de modo totalmente desproporcionado, el grado de incumplimiento de los permisos concedidos corre paralelo a la dejación de funciones de control por parte del Ayuntamiento. Es necesaria una regulación clara, que tenga en cuenta una relación adaptada para la convivencia vecinal y la seguridad entre espacio ocupado en la vía y espacio libre para el tránsito, así como un exhaustivo control de la misma (por ejemplo, con planos de ocupación de terraza e inspecciones).
• Contaminación acústica y atmosférica. Pese a las propias mediciones realizadas por parte del Ayuntamiento para “reducir” el impacto acústico de las actividades recreativas, entre otras, los resultados de éstas siguen siendo ignorados al no tomar medidas que reviertan la situación a unos niveles constitucionalmente aceptables. El propio Defensor del Pueblo Andaluz ya ha alertado de que es “imprescindible” un compromiso de tolerancia cero con la ilegal contaminación acústica.
• Sustitución de usos residenciales por apartamentos u hostales. El éxodo paulatino pero constante de habitantes del Centro Histórico parece abocarnos a una ciudad escaparate, en la que solo circule un tipo de turismo de baja calidad, incompatible con la vida cotidiana del residente. Málaga ha sido una de las ciudades españolas donde el cambio de uso de los inmuebles del Centro, de residencias para vecinos a negocios en forma de apartamentos turísticos, una gran parte de ellos ‘ilegales’, ha sido más exagerado. Sin duda, ello ha provocado una crisis en la oferta y el precio del alquiler de viviendas de primera residencia y ha generado un proceso de fuerte deterioro social. Además, la sostenibilidad de este modelo de turismo de bajo coste es más que discutible, entre otras razones porque las circunstancias geopolíticas y económicas que lo hacen posible pueden cambiar rápidamente.
• Pérdida del comercio tradicional y de los servicios de proximidad. El rápido incremento de los precios del metro cuadrado de local en el Centro debido a la especulación urbanística, la caducidad de las llamadas rentas antiguas, la presión de las franquicias y el rápido beneficio que genera una hostelería desregulada han propiciado el cierre de numerosos comercios tradicionales que daban singularidad a la ciudad. Del mismo modo, el retroceso de los comercios y servicios de proximidad (desde fruterías, pescaderías, carnicerías o pequeñas tiendas de ultramarinos hasta negocios minoristas como bazares, ferreterías, mercerías o cristalerías, pasando por peluquerías, consultorios y otros servicios) están haciendo cada vez más difícil la vida cotidiana del ciudadano medio.
• Exceso de residuos sólidos. Problemas en la gestión de su recogida. La citada alta densidad de la actividad hostelera tiene como consecuencia, además del incremento de la contaminación acústica, la acumulación de residuos sólidos. El problema para la salubridad y la estética de nuestras calles se ve incrementado debido a la anárquica y extemporánea práctica de depósito de los negocios hosteleros (en cualquier momento, incluso durante las horas de más calor en verano, con el peligro sanitario que conlleva: lixiviados chorreando por el suelo, parásitos, infecciones, etc.), un pernicioso y peligroso hábito que ha sido siempre fallidamente abordado por el Consistorio.
• Privatización y ocupación del espacio público. Además del uso privado y con ánimo de lucro del espacio público por terrazas, expositores de comercios y anuncios (en régimen de concesión en el mejor de los casos, aunque a unos precios irrisorios), las calles están saturadas de actuaciones, desfiles, eventos y demostraciones comerciales. Hay espacios del Centro Histórico en los que la excepción es verlos despejados y abiertos al esparcimiento y paseo de vecinos y visitantes. Desde la Asociación reclamamos un control efectivo del uso de dicho espacio público, regulando los eventos y otras acciones de ocupación de la vía pública, registrando y comunicando públicamente los permisos concedidos, y limitando su número.
• La privatización del espacio público transcurre paralelamente a las carencias (ausencias totales en ciertas zonas) de equipamientos públicos destinados al libre uso ciudadano. El Centro Histórico está huérfano de zonas verdes, áreas deportivas, reductos donde pasear o leer, parques infantiles y de juegos, bibliotecas, centros de mayores o centros sociales. Todas estas deficiencias coinciden con solares, inmuebles abandonados e infraestructuras infrautilizadas. Junto a ello, escasea la dotación de mobiliario urbano de uso colectivo como bancos, aparatos para el ejercicio o instalaciones infantiles.
• Los procesos de peatonalización emprendidos en Málaga han conllevado casi indefectiblemente procesos asociados de gentrificación fulgurante en lugar de convertirse en oportunidades para generar un medio ambiente urbano equilibrado. El vecino teme la práctica de ‘peatonalizar para terracear’. Son lamentablemente numerosos los casos de alcorques y árboles rápidamente ‘desaparecidos’ tras las peatonalizaciones acometidas.
• Los problemas inherentes a la movilidad podemos dividirlos en dos apartados. En primer lugar, se están agravando las carencias en aparcamientos para residentes, así como las dificultades de acceso de sus vehículos a sus domicilios, problemas que redundan en una pérdida notable de la calidad de vida del vecino que se revela especialmente preocupante en caso de enfermos, ancianos o situaciones de emergencia. La planificación de los procesos de peatonalización y las limitaciones de acceso al centro urbano son positivos para toda la ciudad, pero deben acometerse con racionalidad y respeto a las necesidades más básicas de movilidad de los residentes en el Centro Histórico.
• En segundo lugar, las restricciones a la movilidad causadas por la profusión de elementos ‘portátiles’ de la hostelería y cierto pequeño comercio y los densos flujos de gente circulando fruto de la turistificación conllevan unos riesgos nada desdeñables. La seguridad ciudadana está en peligro dadas las dificultades (imposibilidad en muchos casos) de acceso de ambulancias, bomberos, policía o protección civil a muchas calles y plazas del Centro Histórico. Es decir, está en entredicho desde asuntos concretos como la llegada de una UVI móvil o el acceso de una necesaria patrulla de Policía hasta asuntos de seguridad ciudadana como el cumplimiento de la normativa de emergencia o la aplicación de planes de evacuaciones en caso de catástrofe.
En definitiva, apostamos por un modelo de desarrollo de ciudad que tenga como metas la cohesión social, el interés público y la calidad de vida y la convivencia de todos, tanto residentes como trabajadores, visitantes o empresarios, y que abandone esta peligrosa deriva especulativa, clientelar y enfocada al interés privado. Máxime cuando dicha tendencia, además de ser cortoplacista y poco sostenible, desequilibrada y mutiladora de derechos constitucionales, ha sido detectada y está siendo combatida en muchas ciudades de nuestro entorno mediterráneo por las razones expuestas.
Tomando como base los objetivos que rigen la elaboración del PEPRI CENTRO, podemos decir finalmente que “la ordenación del espacio debe esencialmente comportarse como digna servidora de la actividad humana, de la vida de las personas y de las relaciones entre las mismas (…) mediante la aportación de un lugar adecuado para vivir, trabajar, educarse y llevar una vida saludable, relacionarse, y disfrutar y enriquecerse espiritualmente con la cultura y el ocio”.